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El primer siglo después de Beatrice

Me acabo de terminar este libro del escritor libanés Amin Maalouf. En él habla de un mundo dividido por una falla horizontal que separa Norte y Sur, y se adentra en una visión apocalíptica en la que por culpa de una "sustancia", dejan de nacer niñas. Fusiona bioética con ciencia ficción y todo escrito de forma poética.
Os dejo un fragmento:

"Pienso a menudo en esos futuros que murieron, e incluso a veces, dejándome llevar por mis sueños durante mis paseos cotidianos por los senderos de mi montaña, retrocedo sesenta años, mucho antes del comienzo del siglo de Beatrice, y trato de imaginar los caminos que habría podido seguir la irritante especie a la que pertenezco.
Reconstruyo entonces, en el espacio de un paseo, un mundo diferente. Un mundo en el que la libertad y la prosperidad se habrían esparcido progresivamente como las ondas en la superficie del agua. Un mundo en el que la medicina, después de haber vencido a todas las enfermedades y aniquilado todas las epidemias, no tendría otro desafío que hacer retroceder indefinidamente a la vejez y a la muerte. Un mundo del que la ignorancia y la violencia habrían sido desterradas. Un mundo liberado de las últimas zonas de oscuridad. Sí, una humanidad reconciliada, generosa y conquistadora, con los ojos clavados en las estrellas, en la eternidad.
A esa especie, yo habría estado orgulloso de pertenecer."


Picnic at Hanging Rock



Esta es una película evocadora e inquietante con la que tropecé hace unos años. Cuenta la extraña historia de la desaparición de un grupo de adolescentes de un colegio de señoritas en Australia durante una excursión a la Hanging Rock en 1900. El misterioso suceso reúne unos cuantos elementos muy atractivos. Desaparecieron 4 chicas y una profesora. Una de las chicas que las había acompañado volvió sola en estado de histeria y nunca llegó a recordar nada salvo que vio a la profesora caminar en ropa anterior (en época victoriana). Otra de las desaparecidas fue encontrada una semana más tarde en buen estado de salud tras haber sobrevivido una semana a la intemperie, y tampoco recordaba nada del suceso.
Lo extraño de los acontecimientos convirtió el suceso en una especie de misterio-leyenda sin resolver, con muchos datos oscuros, 2 libros sobre el tema y una película. Pero sobre todo, con mucha ambigüedad sobre la autenticidad de los hechos. Quien desea conocer los detalles puede pinchar aquí.

Yo me pido el libro para mi próxima visita a una librería.




Palazzo Massimo de Pirro, Roma

Estoy leyendo un libro que se llama Historias de Roma, escrito por el periodista Enric González. Acabo de empezar, pero imagino que me dará momentos tan agradables como los que sentí al leer su Historias de Londres. El autor ha sido corresponsal en éstas entre otras ciudades (de hecho tiene otro Historias de Nueva York que está en mi lista de lecturas futuras).
En el primer capítulo describe el lugar donde vivió en Roma, el Palazzo Massimo de Pirro, número 145 de Corso Vittorio Emanuelle, y después de leer la descripción de un laberinto de escaleras y columnas, al intentar ver imágenes en Internet no sólo las he encontrado sino que he visto las imágenes de un apartamento en alquiler en dicho lugar, que bien podría ser el que habitó el escritor, y si no lo es, es una forma un poco más original y romántica de alojamiento para mi próximo viaje a Roma.
Los cimientos del Palacio asientan sobre la que fue la grada sur del estadio de Domiciano, que es lo que hoy llamamos Piazza Navona. La Piazza Navona, además de ser bellísima, fue el lugar donde se desarrollaban los Naumachie, unos juegos navales en los que se inundaba la plaza en las noches del mes de Agosto, algo increíble de creer cuando se pasea por la hermosa plaza de las tres fuentes.




Así empieza Historias de Roma:

En casa, es decir, en Palazzo Massimo, teníamos capilla. Y campanario. Eso me impresionaba. Me hacía sentir importante, como un cardenal o un torero. Cada 16 de marzo sonaban las campanas para conmemorar un milagro ocurrido tiempo atrás en el palacio. El de Palazzo Massimo, conviene subrayarlo de antemano, fue un milagro extraordinariamente sutil. El 16 de marzo de 1583, en una de las estancias, murió el joven Paolo Massimo. La familia fue a buscar a Felipe Neri, al que llamaban, con las explosivas labiales del romanesco, Pippo bbono, para que resucitase al chico. El futuro santo salpicó el cadáver con agua bendita e hizo sus invocaciones, hasta que el joven Paolo abrió los ojos, recobró la vida y se incorporó en el lecho. ¿Saben qué dijo el resucitado? Que muchas gracias, pero que prefería volver a morirse. Y falleció otra vez. Ese milagro ambiguo, tan abierto a interpretaciones, podría ser una parábola sobre Roma: viva y muerta, esforzada e indolente, teatral e indescifrable. 
San Felipe Neri, natural de Florencia pero afincado en Roma, estaba bastante especializado en prodigios extraños. Una de sus hazañas más célebres ocurrió en 1544, cuando tenía treinta años. Rezaba a Dios para que le concediera un gran corazón y Dios le concedió un corazón enorme. Según la tradición, el corazón de san Felipe se hizo tan grande que se le rompieron las costillas. Uno se pregunta qué tipo de relación mantenían exactamente Dios y san Felipe Neri.




Los amantes de Jane Austen

Llevo una temporada bastante austeniana. No hay nada mejor para olvidarse de los problemas cotidianos que nos acechan cada día. La verdad es que, ¿quién no querría ser Elizabeth Bennet? Me imagino que cuanto más difícil es nuestro mundo real, más fácil es dejarse llevar hacia esas casas de campo llenas de jovencitas aristócratas que matan su tiempo bordando y leyendo mientras suspiran, de forma muy contenida, por el amor verdadero, o al menos porque no las casen con alguien demasiado desagradable. De ahí que hasta los zombies se hayan mezclado con las hermanas Bennet en un intento de reunir las tendencias actuales con los clásicos de siempre.
Os dejo dos recomendaciones algo menos conocidas, una serie, Lost in Austen, y un documental, "The many lovers of Jane Austen".



El viajero de la noche

"Se detenía en los pueblos y la gente venía para hacer negocios con él. Tenía un megáfono sobre la cabina del camión. Se detenía y comenzaba a cantar. Cantaba bien, cantaba canciones armenias y rusas. Y la gente llegaba como si conociera aquellas canciones y supiera desde hacía tiempo qué había venido a hacer Zinguirian. Lo vi actuar así durante el tiempo que estuvimos juntos y me dijo que éste era su método. Dijo que es muy famoso en todo el mundo, que la gente se fía de él porque es honesto y ríe siempre, en cualquier momento. Lo vi hacer también esto. A veces se ponía a negociar aparte, mientras yo permanecía sentado en la cabina, esperando. Creo que vendía también armas, o las compraba, o las dos cosas. Pero no estoy seguro. Había muchos controles y no había ninguno. " Maurizio Maggiani, premio Strega 2005.